La foto de este posteo es la cruda realidad de como es mi día a día, una maraña de cosas lindas pero todas enredadas que a veces no dejan organizarme. También resulta que todo ese caos es poco posteable en instagram en donde la exigencia es tener un perfil perfecto, con coherencia entre todas las fotos, con los hilos ordenados por color, en madejas prolijitas y en donde hay que ser sensibles sin olvidarnos de ser marketineras. A mí no me sale. Me es muy difícil vincular todo eso con un proceso creativo, me cuesta mucho atravesar esa distancia en donde me tengo que tratar de vender y a la vez hacer algo lindo y que se vea ante todo estético. Somos seres humanxs, imperfectxs y contradictorixs, por eso no entiendo de dónde sale la manía de querer demostrar lo contrario y más cuando de hacer algo íntimamente ligado a procesos personales creativos se trata.
Siento que volver a usar esta red social es refugiarse de los algoritmos que otras redes sociales nos imponen. No tengo ganas de hacer lo que sé que puede funcionar, quiero hacer lo que quiero.
Extraño usar internet como un lugar para dejar fluir la cratividad, para explorar y experimentar.
Antes me divertía sacando fotos lindas de las cosas que hacía, o de ocurrencias que tenía. Ahora siento que hay que hacerlo constantemente por obligación para tener una presencia, sino nadie me va a ver. Por eso vuelvo a este lugar, para hacer lo que tenga ganas, si total, nadie va a ver esto.